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Visiones fragmentadas de José Balagueró

Amalia García Rubí
Viernes, 14 de noviembre de 2014

Compuesta por una veintena de pinturas en acrílico sobre lienzo, realizadas por el artista aragonés José Balagueró (Zaragoza, 1930), la exposición inaugurada recientemente en Kreisler, es una prueba fidedigna de la intensa actividad creativa llevada a cabo por este veterano artista de vanguardia. José Balagueró es una figura pionera en el desarrollo de la abstracción en nuestro país, cuya obra fue expuesta por primera vez en la histórica galería Biosca de Madrid, en 1957. Hoy, medio siglo después, José Balagueró es un autor consagrado, con más de medio centenar de exposiciones a sus espaldas y un considerable reconocimiento internacional, cuyas obras pueden contemplarse en salas y galerías europeas y americanas, como el Museo Salvador Allende de Santiago de Chile o el Art Institute de Chicago, además de estar representadas en prestigiosos museos y fundaciones españoles, como la Fundación March o el Museo Reina Sofía de Madrid.

Además de este amplio currículum, la personalidad creativa de Balagueró, su constante indagación en los espacios prismáticos de la pintura, pasa por un análisis de forma-color muy próximo a los conceptos de deconstrucción cubista. Salvando los vínculos inevitables con las vanguardias históricas, pudiera hallarse levemente emparentado con grupos de raigambre neoconstructivista que emergieron en Zaragoza a finales de los años 40, como el histórico Grupo Pórtico. Aunque la mentalidad abierta y no localista de Balagueró le llevó pronto a vivir lejos de su lugar de origen para empaparse de influencias cosmopolitas y de figuras históricas de primera fila, desde Leger hasta Mondrian.

Los trabajos que ahora presenta en la galería Kreisler corresponden a su última y más reciente etapa creativa. En ellos, la frescura del color y el dominio de los contrastes tonales, la supeditación del motivo a la idea, la plena concordancia entre pintura-superficie, así como el claro predominio de la recta en la estructuración lineal que conforma el primer entramado fragmentario sobre la tela, no está reñido con el gusto por cierto aire ornamental, dinámico y sensual de la geometría en todas sus posibilidades expresivas. Heterodoxia interpretativa que sin duda viene a enriquecer el sentido mínimo de un vocabulario sintético-cromático, con nuevas y siempre sorprendentes maneras de organizar y reinventar composiciones. Una obra abierta física e intelectualmente que nos lleva a disfrutar del bagaje evolutivo de Balagueró, así como de su asombrosa interacción con el soporte. Ámbito, lugar de pensamiento y reflexión tan imprevisible como racional, el cuadro se convierte así en lúdico juego de imaginar mil y un paisajes fragmentarios vistos desde la ventana interior de una mente siempre despierta.

(Galería Kreisler, c/ Hermosilla 8, de Madrid. Hasta el 16 de diciembre)

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