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Gonzalez Bravo

Obra reciente

5 oct - 3 nov 2017

Quien conoce a González Bravo, reconoce su presencia en sus pinturas: el pintor que dice “un cuadro es como una ecuación no resuelta, para la cual tenemos que encontrar respuesta”, se involucra plenamente en el proceso artístico y proyecta en sus lienzos lo más íntimo que existe en él. Busca incesantemente a través del color su verdadero «Yo artístico»: entre composiciones geométricas y capas de pintura sobrepuestas, planos texturizados cargados de sentimiento y misticismo, que introducen al observador en una realidad profundamente reflexiva. Dijo Pedro Pizarro sobre su obra que: “(…) aquello que podríamos llamar demora en la pincelada, confiere a su pintura una gran capacidad monumental y un misterio arcaico que son el signo y símbolo de su identidad”. Su lenguaje es íntimo y obedece a una estructura racional. Sin embargo, la energía del color y la expresividad de la textura asaltan dicho racionalismo, y dominan el lienzo. González Bravo describe el proceso artístico que implica sus obras como “una sucesión de momentos de placer y de dolor”. Una visión verdaderamente poética y atemporal, que comparte raíces con el existencialismo y conduce al observador a una introspección solitaria y, posiblemente, a un encuentro igualmente íntimo consigo mismo.
La disposición del color sobre el lienzo, que sigue un linaje de obras de artistas desde el neoimpresionismo a Mondrian o a Malevich, está en el génesis de su obra que se recrea en el informalismo. El color concede una identidad singular a la obra de González Bravo, a través de una paleta diversificada y muy personal elaborada a partir de colores puros y complementarios que incorporan formas orgánicas; formas que describen la evolución de un pensamiento o cuerpo, que se siente liberado y vive de manera autónoma.
Aleatoriamente, el artista incluye en sus piezas representaciones de letras y números o de frases, que en su origen fueron citas de escritores, pero que se reinventaron para una nueva naturaleza simbólica. Son signos que componen el vocabulario visual del mensaje que el pintor desea comunicar al mundo. Un mensaje que se traduce como una actitud compulsiva y se construye indefinidamente en sí misma, aunque mantiene siempre un diálogo con el espectador.
En su obra hay un encuentro magnífico entre dimensiones opuestas: cuerpo y alma, materia y pensamiento, razón y sentimiento. Como dice Damien Bouquet “(…) esta premisa, este perpetuo ir y venir de lo físico a lo impalpable, de lo efímero a lo eterno, de lo accesorio a lo necesario, hace de cada lienzo una extraordinaria demostración de genialidad, un acorde nuevo e inédito, que no tiene otro origen que el placer de crearlo”. Ahí es donde se encuentra el artista, entregado a su lienzo e implicado en el gesto, en el color, en la memoria.
Texto: Francisco Pereira-Coutinho
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