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Cantabella

L’enfant terrible

7 oct - 13 nov 2013

L’enfant terrible de Cantabella es un homenaje a “Le Petit Prince” de Saínt-Exupèry y en general a la literatura y la vida del escritor. Las pinturas de esta artista están más influidas por escritores que por otros pintores y artistas plásticos.

El tema de Cantabella es la sociedad en su formación y en cómo los individuos tienden a ser producto de esta. Se muestra rebelde y crítica frente a una cultura que pierde sus valores con una rapidez vertiginosa. Sus pinturas se presentan como curiosidades “fotográficas”, casi como “instantáneas”, que buscan representar y mostrar un mundo donde escenas subversivas y alternativas descubren la farsa de la historiografía oficial. Cantabella rechaza la narración de grandes acontecimientos sociales, políticos e históricos en favor de los pequeños sucesos, que sin embargo permiten pensar en aquellos. Traza una obra caracterizada por la melancolía porque es plenamente consciente de la vulnerabilidad y el aislamiento humano.

En medio de esta permanente crisis de valores, L’enfant terrible evoca la habilidad con que los niños adquieren su pericia y crecen desde la infancia hasta la adolescencia forjando su carácter. La exposición tiene como hilo conductor la literatura de los cuentos populares y los personajes literarios protagonistas de las historias que nos contaron de niños, son los lugares comunes de nuestra infancia y aquí son también el punto de convergencia entre el adulto que somos y el niño que fuimos.

A Cantabella le interesa particularmente el proceso de hacerse mayor, de abandonar o, al contrario, convivir con la propia infancia. Sus niños navegan en embarcaciones caseras, vuelan en sus propias cometas, patinan con trineos en la arena y derriban aviones con tirachinas. Juegan entre tiburones y son capaces de parar una guerra. Crean obras de arte inmortales mientras no parecen inquietarse por los adultos con quienes viven. Pero estas imágenes no son inocentes, sino que muestran juegos de adultos escenificados en torno a la idea de su niñez perfecta y nos invita a reflexionar a cerca de cómo enfrentarnos a las combinaciones cotidianas de lo ficticio y lo real, de nuestras posibilidades y nuestros sueños.

Casi nada sucede en la mayoría de los cuadros de Cantabella, pero ese casi nada acaba siendo lo más significativo de su obra, tal vez lo más convincente. Combinando lo cotidiano y lo fantástico sus escenas intentan establecer un punto de vista alejado de lo que parece común, el entorno confortable de las certezas y, así, estos personajes parecen surgir de la tierra como símbolos, como monumentos a la antropología. La artista muestra un mundo en trance perplejo descubriendo que es incompleto e incluso ilegible en sí mismo.