La cesta está vacía.

Alicia Larraín Chaux

Orbitar

20 abr - 20 may 2017

PROVOCACIONES VISUALES.

En el primer manifiesto futurista de 1910, el llamado Manifiesto teórico, los principales componentes del grupo declaraban sus objetivos de representar el movimiento y las formas dinámicas en la práctica pictórica y llegaban a la conclusión de que no sería posible alcanzarlos sino con el divisionismo.

Una manera de pintar que nace con Seurat y Signac y que permitirá a Boccioni y a Balla, continuando con esa fragmentación en puntos o pinceladas, crear imágenes vibrantes que contribuían a proporcionar sensación de movimiento.

Curiosamente, además de ese interés por transmitir dinamismo y representar el movimiento y la velocidad, había una actitud de rebeldía y de inconformismo ante los acontecimientos sociales que les tocaba vivir, que también está presente en la obra de Alicia Larraín Chaux.

No es de extrañar pues que la artista chilena reivindique a alguno de los artistas más representativos de este movimiento cuando se la invita a describir los intereses fundamentales de esta serie de esculturas recientes que presenta en la Galería Kreisler de Madrid.

Es verdad que, como aquellos futuristas, Alicia manifiesta en su trabajo su interés por la tecnología y la ciencia. Un interés que se ha traducido desde hace años en una labor de investigación que continúa llevando a cabo dentro de esos terrenos.

Así pues, cuando estemos frente a Aurea, Centro Cordial, Engranaje, Errantes, Refilón, Rueca y Remolienda, descubriremos unas esculturas en las que la luz y el movimiento tienen una premeditada y poderosa presencia.

Fácil resulta, por tanto, adscribirla al arte cinético, un arte, por otro lado tan presente en el Sur del Continente Americano en la década de los 50 y los 60 y que tantos nombres sobresalientes nos ha proporcionado, aunque no haya sido Chile su principal bastión a excepción de Matilde Pérez.

Pero hay algo fundamental que diferencia a Alicia de cualquiera de los artistas cinéticos, la artista que inaugura el día 20 de Abril su conjunto de siete esculturas, manifiesta una clara preocupación por el devenir del ser humano.

Tal y como ella escribe: “…por sus desplazamientos, sus impulsos, sus desafíos, su entrega, sus búsquedas, sus aspiraciones, sus temores, sus frustraciones, sus esfuerzos, sus oscilaciones, su crecimiento…”

Todos esos conceptos se materializan en metáforas de acero, vidrio y luz y contribuyen a abrirnos los ojos ante una artista de marcada personalidad y compromiso cuyas obras nos proporcionarán una “velada” sorprendente que nada tendrá que envidiar a las que organizaban hace 100 años nuestros amigos italianos con la clara intención de utilizar la provocación para establecer una nueva forma de relacionarse con el público.